LA LEYENDA
DEL DORADO
Cuentan que muchísimos años atrás, vivía a orillas del Paraná, una familia indígena muy humilde. Eran muchos hijos todos pequeños, pero con el esfuerzo del padre y de la madre, crecían sanos y felices. Todos menos Angaa, que siempre quería más y más… Así pasaron los años: toda la familia ayudándose unos con otros, las hermanas y los hermanos, haciéndose querer por quienes los conocían. Pero Angaa sólo se preocupaba por tener riquezas, sin importarle como las obtenía. Así fue reuniendo mucho oro… No ayudaba a nadie, no colaboraba ni con sus padres, ni con sus hermanos. Sólo el brillo del metal le interesaba: amontonaba el oro por verlo, por tocarlo, sin poder disfrutar de otra manera pues su codicia no se lo permitía.
Hasta que
un día -insatisfecho aún con todo lo que tenía- quiso adueñarse de todo el oro
que había en el mundo.
Tupá -que
todo lo ve- cansado de ver tanta voracidad, decidió castigarlo -¿Quieres oro?
En oro te convertiré! gritó desde el cielo. Y diciendo así fundió en oro el
cuerpo de Angaa y lo arrojó al río. Es por eso, dice la leyenda, que el dorado
es un pez siempre hambriento, al que todo le es poco…
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